Las siguientes personas fueron muertas in odium fidei, uti fertur dentro del territorio de la Florida, una vasta región reclamada por los españoles que incluía toda la porción sudeste de lo que son actualmente los Estados Unidos. La actividad misionera española en la Florida comenzó en la primera parte del siglo XVI y se extendió hasta principios del siglo XIX. Estos individuos han de ser considerados como los frutos más escogidos de la evangelización española en esa región.
20 de junio de 1549 1) P. Diego de Tolosa, O.P. 2) Fr. Fuentes, O.P.
26 de junio, 1549 3) P. Luis de Cáncer, O.P. La fecha y lugar exactos del nacimiento del P. Luis de Cáncer son inciertos, pero las evidencias circunstanciales sugieren que fue en algún momento alrededor del año 1500 en la población de Barbastro, en el reino de Aragón. Es probable que haya ingresado a la Orden Dominicana en Huesca. El antiguo cronista dominico Agustín Dávila Padilla (1562-1604) ha dejado un brillante relato de la formación religiosa e intelectual de Cáncer, que indicaba una prometedora carrera académica. Pero Cáncer anhelaba ser misionero. Al llegar a la Española, el P. Cáncer encontró pocas oportunidades para trabajar porque la población indígena ya había sido diezmada. Después de unos años se trasladó a Puerto Rico junto con Fray Antonio de Montesinos (m. 1545), quien ya había adquirido notoriedad y se había ganado enemistad por su punzante sermón de Adviento de 1511 en que denunciaba el maltrato a los indígenas. Ellos tenían la intención de fundar un nuevo priorato; el P. Cáncer fungió como primer prior. Un momento decisivo en la vida del P. Cáncer fue la consagración, en 1534, de su antiguo provincial Tomás de Berlanga (1486-1551) como obispo de Tierra Firme, y el subsiguiente encargo del emperador Carlos V a Berlanga para que arbitrara en un conflicto entre los conquistadores Francisco Pizarro (m. 1541) y Diego de Almagro (m. 1538) en el Perú. Para acompañarlo en esta misión, el obispo Berlanga seleccionó a cuatro de los mejores frailes de Santo Domingo y Puerto Rico, uno de los cuales era Cáncer, y otro era el P. Bartolomé de las Casas (1484-1566). Partieron de Santo Domingo a fines de diciembre de 1534. Cáncer había de pasar los siguientes quince años ejerciendo el ministerio en diversas localidades de Centroamérica, primero en Nicaragua y luego, notablemente, en el norte de Guatemala, en la región conocida como Tuzulutlán (Tierra de Guerra), la cual, debido a la violenta resistencia de los indígenas, había quedado esencialmente fuera del alcance para los españoles. El P. Cáncer no solo se esforzó por aprender los dialectos nativos sino que también utilizó la música para inculcar el Evangelio entre los pueblos indígenas.
Lo más probable es que el P. Cáncer se haya enterado de la actividad española en la Florida mientras participaba en un sínodo eclesiástico en la ciudad de México a mediados de 1546, pero también es cierto que mientras se hallaba en Centroamérica en la década de 1540 había tenido contacto con floridenses nativos que habían sido desposeídos como consecuencia de esa actividad. Durante el invierno de 1546/1547 Cáncer y su hermano dominico el P. Gregorio de Beteta resolvieron “sembrar el Evangelio en tierras de la Florida”. Los dos años que siguieron los dedicaron a hacer preparativos para esa misión. De hecho, uno de los objetivos de la misión de Cáncer era la repatriación de los indígenas floridenses. A fines de la primavera de 1549 el P. Cáncer zarpó de Veracruz en el navío Santa María de la Encina con destino a La Habana y luego a la Florida. Con él iban el P. Gregorio de Beteta, O.P., el P. Juan García, O.P., el P. Diego de Tolosa, O.P., y un “familiar” de apellido Fuentes. Una vez en La Habana, los misioneros recibieron más suministros, y además se les unió una indígena cristiana llamada Magdalena, quien había de servir como su intérprete. Magdalena (o Madalena) era miembro de la tribu tocobaga; había sido capturada por los españoles en 1539 durante la expedición de Soto.
En la Vigilia de la Ascensión (miércoles 5 de mayo de 1549), la expedición del P. Cáncer avistó la costa de la Florida a una latitud aproximada de 27° N, en algún punto cercano a la actual Bradenton. Los contactos iniciales con los pueblos nativos fueron amistosos y pacíficos; en cierta ocasión el Padre Cáncer se arrodilló en oración con sus compañeros misioneros y con Magdalena, y se les sumaron muchos indígenas. Pero siete semanas después, el P. Tolosa, Fuentes y el P. Cáncer fueron muertos. Los primeros dos fueron aprehendidos y matados poco después de que decidieron, contra el juicio del P. Cáncer, separarse del resto del grupo misionero y viajar a pie hacia su puerto de destino. Sus muertes fueron confirmadas posteriormente por un español llamado Muñoz, quien había llegado a la Florida con la expedición de Soto y ahora buscaba refugio con los dominicos. Unos días después el P. Cáncer bajó a tierra, pero lo mataron a palos después de haber caído de rodillas en oración. El sitio de estas matanzas fue, con toda probabilidad, lo que hoy se llama Safety Harbor, Florida. Estos misioneros dominicos han gozado de continua fama desde tempranas fechas. Una reliquia notable es el diario que el P. Cáncer llevaba de su puño y letra, que hubo de ser completado por el P. Gregorio de Beteta, testigo presencial de su muerte.
28 de septiembre – 6 de octubre de 1566 4) P. Pedro Martínez, S.J. El P. Pedro Martínez nació el 26 de octubre de 1533 en Teruel de Aragón. Después de estudiar en Daroca, Zaragoza, y Teruel, obtuvo su licenciatura en la Universidad de Valencia, donde ganó fama como espadachín, e ingresó a la Compañía de Jesús el 2 de octubre de 1553. Su noviciado se lo abreviaron a cinco años debido a sus extraordinarios talentos. Fue ordenado en 1558 y luego nombrado capellán de una expedición que salía a combatir a los moros. Los esfuerzos que invirtió en predicar, escuchar confesiones, enseñar y ejercer el ministerio en los hospitales le merecieron elogios, pero el P. Martínez lamentaba su falta de estudios teológicos, y eso lo impulsó a hablarle con firmeza al Padre General, san Francisco de Borja, alegando: “Si me voy al infierno, la Compañía no me va a sacar de allí”. Por fin, tras pasar dos meses sirviendo en la cocina en Alcalá, lo enviaron a que completara sus estudios en la Universidad de Salamanca. Después de ocupar puestos como rector en Valladolid y luego en Monterrey, recibió autorización para irse a las misiones de la Florida.
El P. Martínez fue designado superior del primer grupo de jesuitas destinados a la Florida. Con él iban el P. Juan Rogel, S.J. (1529-1619) y el Hno. Francisco Villarreal, S.J. (nacido hacia 1529). Su nave, con una tripulación principalmente flamenca, salió de España en junio de 1566. Después de pasar varios días buscando en vano su destino, el P. Martínez se ofreció a ir a tierra en un bote más pequeño para ir a buscar las señas de su destino y alimentos. El 14 de septiembre de 1566 tocaron tierra cerca de la isla Cumberland, Georgia. Para esquivar una tormenta que se acercaba, la nave principal emprendió la travesía de regreso hasta la Española. El P. Martínez pasó varios días viajando hacia el sur a través de poblados indígenas en busca de orientación, y fue bien recibido hasta que llegó a una región que estaba dominada por Saturiba, quien era partidario de los hugonotes. Cerca del monte Cornelia estuvo esperando a su tripulación (que había bajado a la costa) pero lo rodearon como treinta indígenas que tiraron de él para sacarlo del bote, lo arrastraron a tierra y lo mataron a golpes. Su muerte se narra en tres relatos de los primeros tiempos. Por mucho tiempo ha sido considerado el protomártir de los jesuitas en América.
4 de febrero de 1571 5) Padre Luis Francisco de Quirós, S.J. (Jerez de la Frontera, Andalucía) 6) Hno. Gabriel de Solís, S.J. 7) Hno. Juan Bautista Méndez, S.J. (5 de febrero de 1571, según Cabrera)
9 o 10 de febrero, 1571 8) Padre Juan Bautista de Segura, S.J. (Toledo) 9) Hno. Pedro de Linares, S.J. (Valencia) 10) Hno. Sancho Cevallos (Zeballos), S.J. (Granada) 11) Hno. Gabriel Gómez, S.J. (Granada) 12) Hno. Cristóbal Redondo, S.J. Estos ocho misioneros jesuitas fueron muertos en febrero de 1571 en la actual Virginia, territorio que en esa época era reclamado por los españoles y formaba parte de la Florida. El sitio de la matanza se considera que se halla en los parajes salvajes de la península meridional de Virginia, en las cercanías de Jamestown, Williamsburg y Yorktown, zona que fue escenario de numerosos acontecimientos fundacionales en la historia de los Estados Unidos. Pero más de cuatro décadas antes de que los ingleses se asentaran en esa región, Pedro Menéndez Avilés, fundador de la ciudad de San Agustín, había tenido la esperanza de hacer de esta zona el centro de la actividad española en la Florida. El P. Juan Bautista de Segura nació en Toledo en 1529. Ingresó a la Compañía de Jesús en Madrid el 19 de abril de 1556, después de completar sus estudios de latín, griego y hebreo en Alcalá (por lo cual obtuvo una licenciatura) así como de teología. Fue ordenado sacerdote en Valladolid en 1557. Ocupó numerosos puestos en España, culminando en el de vicerrector en Salamanca y rector en Valladolid, antes de que, en junio de 1567, lo escogieran como superior del segundo grupo de jesuitas que partió hacia la Florida.
El P. Luis de Quirós nació en Jerez de la Frontera. La fecha de su ingreso a la Compañía de Jesús no es segura, pero en 1562 estaba sirviendo en el recién abierto Colegio Jesuítico en Trigueros (Huelva), en 1567 fungía como Rector de la comunidad jesuita en el recién abierto Colegio de Marchena (Sevilla), y al año siguiente fue superior de un colegio en Albaicín (Granada). Sobre los otros seis jesuitas son pocos los detalles que se conocen. Gabriel Gómez nació en Granada y se unió a los jesuitas en 1568. Se le conocía como un maestro experto, y enseñó gramática en Sevilla después de ingresar a la Compañía. Sancho Cevallos era maestro, y enseñó en Cádiz después de entrar a la orden jesuita. Pedro Mingot Linares era oriundo de Valencia, pero se unió a los jesuitas en Roma el 31 de mayo de 1564; una vez en Florida, por un tiempo enseñó catecismo en Santa Elena. Cristóbal Redondo, Gabriel de Solís (pariente de Pedro Menéndez de Avilés) y Juan Bautista Méndez eran catequistas laicos que aparentemente fueron admitidos como novicios en la orden jesuita por el P. Segura durante su misión final a Virginia.
Frustrado por el lento avance de la evangelización en y alrededor de los fuertes españoles que rodeaban la península de Florida, en el verano de 1570 el P. Segura optó por emprender una misión muy al norte, a una región conocida como Ajacán. Además del interés que los españoles habían tenido desde tiempo atrás por esa región, el P. Segura fue atraído hacia ese lugar por un indio llamado Paquiquineo, nativo de Ajacán, que había recibido el bautismo estando en la ciudad de México y había tomado el nombre de don Luis, y ahora ofrecía ayudar a los españoles en la conversión de su tribu. Los ocho jesuitas, acompañados por un joven servidor del altar de nombre Alonso Olmos, hijo de los colonos de Santa Elena, llegaron a Ajacán a principios de septiembre de 1570. Paquiquineo (don Luis) permaneció con los jesuitas solamente unos días, pues pronto regresó a vivir con su antigua tribu. Rechazó más de un ruego de los jesuitas, y cinco meses después él y otros compañeros atacaron a los jesuitas en dos ocasiones distintas y los mataron a todos. Solo Alonso sobrevivió. El mejor relato de sus muertes proviene de una carta escrita por el P. Juan Rogel, S.J., el 28 de agosto de 1572, a bordo de una nave en Ajacán, después de que fuera rescatado Alonso, el único sobreviviente. Pero se conservan varios otros relatos de la época. Estos ocho jesuitas han gozado de continua reputación de martirio desde una fecha temprana.
14 de febrero de 1647 13, 14, 15) tres frailes franciscanos 16) Tte. Gob. Claudio Luis de Florencia (n. 1597) 17) Juana de Leiva y Arteaga (esposa del Tte. Gobernador, n. 1598) 18) Antonia (hija adolescente de los Florencia, n. 1632) 19) María (hija casada de los Florencia, n. 1628) 20) niño nonato de María 21) hijo pequeño de María Al menos en una fecha tan antigua como 1607 se informaba que varias aldeas de Apalache estaban solicitando frailes, pero no fue sino hasta 1633 que los españoles establecieron una presencia misionera permanente en esa zona. Los informes iniciales hablaban de numerosas conversiones al cristianismo. Para 1647, ocho caciques indígenas (de un total de más de cuarenta) se habían convertido al cristianismo y habían permitido que se establecieran “doctrinas” en sus aldeas. Para ese momento, ocho frailes estaban viviendo en Apalache. Pero a principios de 1647 la región fue escenario de una insurrección brutal.
La revuelta planeada, instigada por indígenas no cristianos, comenzó en la noche del 14 de febrero en la recién establecida misión de San Antonio de Bacugua, donde un gran gentío, que incluía a la familia Florencia venida de San Luis, se había reunido para celebrar la festividad del día siguiente, el traslado de las reliquias de San Antonio (15 de febrero). Cinco frailes lograron escapar con ayuda de los nativos cristianos; seis soldados españoles sobrevivieron también porque en ese momento se hallaban en el trigal del gobernador Ruiz. Pero murieron tres frailes, como también el Teniente Gobernador y varios miembros de su familia. Siete de las ocho iglesias de la región fueron incendiadas. Lamentablemente no se conocen los nombres de los frailes que fueron muertos. Los miembros de la familia Florencia que murieron en la matanza fueron el alférez Claudio Luis de Florencia (n. 1597), que había sido nombrado Teniente Gobernador de Apalache en abril de 1645, su esposa Juana de Leiva y Arteaga (bautizada el 7 de enero de 1598), sus hijas Antonia (n. 1632) y María (n. 1628), y un hijo pequeño y otro nonato de María. El hijo pequeño de María murió en brazos de un fraile, y a su hijo nonato lo extrajeron brutalmente del vientre de la madre y lo mataron. Antonia se mostró particularmente valerosa y expresiva en su testimonio de fe: en desquite por haber proclamado la “ley de Dios” la ataron a una columna del campanario de la iglesia, y le cortaron los pechos y la lengua. Los cuerpos de las víctimas fueron tirados a un lago; una vez que se sofocó la rebelión los cuerpos fueron encontrados y sacados de allí.
29 de octubre de 1696 22) Fray Luis Sánchez, O.F.M. (nacido en La Habana en 1668) 23) un sacristán (oriundo de la provincia de Jororo) 24) un joven cacique indígena (servidor del altar, de Aypaja) El P. Luis Sánchez, oriundo de La Habana, fue muerto el 29 de octubre de 1696 en la provincia de Jororo, que está ubicada en la zona central de la Florida, al sur de Orlando. Con él también mataron a un sacristán y a un joven cacique de Aypaja. El testimonio de este acontecimiento viene no solo de fuentes españolas sino también del diario de Jonathan Dickinson, un mercader cuáquero que naufragó frente a la ensenada Júpiter el 23 de septiembre de 1696. Según informa Dickinson: “Al cassekey [cacique] de esa población lo ganaron para que abrazara la fe romana, pero su gente se enojó mucho contra los frailes, y por eso querían hacer que el cassekey renunciara a su fe y mandara matar a los frailes, pero él no consintió con ninguna de esas dos cosas; por lo tanto lo mataron a él y a uno de los frailes, y los otros dos escaparon.” La fama del P. Sánchez es particularmente fuerte entre los de origen cubano. Es notoria la veneración que se le rinde en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad en Miami, Floria, donde su imagen se encuentra en un gran mural pintado por el artista cubano Teok Carrasco y que data de 1977.
26 de enero de 1704 25) Antonio Inija (Apalache) 26) Cui Domingo (Apalache) 27) Cuipa Feliciano (Apalache) 28) Fray Juan de Parga Araujo, O.F.M. (Provincia de Santiago, Galicia) Antonio Inija, Cuipa Feliciano, Cui Domingo y Fray Juan de Parga Araujo sufrieron el martirio en las secuelas del ataque de los ingleses y los creek contra la misión de Ayubale en enero de 1704. Antonio era inija de la misión de San Luis de Talimali, la más grande misión apalache en la Florida. Como tal, era segundo en autoridad al cacique sobre esa aldea de muchos indígenas cristianos, incluyendo al Cuipa Feliciano, uno de los principales en la misión, y a Cui Domingo. El 25 de enero de 1704, los ingleses de las Carolinas emprendieron un ataque contra la principal aldea de misión de la Concepción de Ayubale. San Luis estaba ubicada donde hoy está Tallahassee; Ayubale quedaba aproximadamente 50 kilómetros al este, donde está en la actualidad el condado de Jefferson.
Un grupo de soldados españoles e indígenas apalaches, entre ellos Antonio Inija, Cuipa Feliciano y Cui Domingo, salieron de la misión más grande de San Luis para ir en ayuda de los aldeanos de Ayubale, que estaban en gran dificultad. Los hombres de San Luis se quedaron a cierta distancia del Camino Real en la misión de San Pedro y San Pablo de Patale, ubicada más o menos a medio camino entre las misiones de San Luis y Ayubale. Fray Juan de Parga Araujo era el sacerdote y maestro en la misión de Patale. Era franciscano, procedente de la provincia de Santiago en Galicia, y había servido durante diez años en las misiones de la Florida. Al P. Parga se le conocía como predicador de gran celo. Dominaba el idioma apalache, y se le recuerda por sus fructíferos sermones. El fraile gallego estuvo animando a los hombres de San Luis, administrando los sacramentos y predicando en la lengua apalache en un sermón que duró más de una hora. El P. Parga previó el martirio que sobrevendría, diciéndoles que “hoy es un día de gran gloria” y que ellos iban a ofrecer sus vidas “defendiendo la ley de Dios en su tierra”. A pesar de múltiples intentos por disuadirlo, el P. Parga insistió en acompañar a las fuerzas a Ayubale para animarlas, diciendo: “Debo ir a morir con mis hijos”. El 26 de enero la expedición se topó en Ayubale con la fuerza inglesa y creek —más numerosa que ellos— y fue derrotada. En el camino cerca de Ayubale mataron al P. Parga, le cortaron la cabeza y la llevaron a la casa del ayuntamiento. Su cuerpo fue encontrado en un cañaveral y posteriormente sepultado en la cercana misión de Ivitachuco a petición de Fray Juan de Villalva, sacerdote de ese lugar. Antonio Inija, Cuipa Feliciano y Cui Domingo estaban entre los que fueron capturados. Sus captores ingleses y creek los ataron a unas estacas y prendieron fuego a sus pies. A pesar de la tortura, esos indígenas católicos se pusieron a infundirse ánimo unos a otros en la fe y a evangelizar a sus verdugos hasta que murieron.
El Cuipa Feliciano estuvo predicando todo el tiempo, diciéndoles a sus captores que aunque su cuerpo muriera, su alma iba a gozar de Dios eternamente. A Cui Domingo lo rajaron con cuchillos y le clavaron astillas encendidas en sus heridas, “pero nada de eso le impidió seguir predicando hasta morir”. Tras sufrir torturas desde la aurora hasta el crepúsculo, Antonio Inija recibió un gran regalo: se le apareció la Santísima Madre. Antonio declaro que era la Santísima Virgen la que le estaba ayudando a soportar con valentía el martirio. La extraordinaria fe y la santa muerte de Antonio Inija y su compañero indígena en una pobre misión de la Florida atrajo la atención y la admiración del Papa y del Rey de España. “La crueldad y la inhumanidad que se infligieron a esos indios es hondamente conmovedora, y causa angustia a mi Real Clemencia; pero me consuela grandemente saber que unos indígenas que tan recientemente se habían convertido perseveraran a tal grado que murieron y sacrificaron sus vidas por nuestra santa religión.” – Felipe V “... En cuanto al informe, la comisión solicitó que se dieran cuentas de todo... por eso sirve como testimonio y este hecho, tan digno de elogio y de perpetua recordación, no caerá en el olvido.” – Duque de Uzeda (por el Papa Clemente XI), 22 de agosto de 1704
23 de junio de 1704 29) Fray Manuel de Mendoza, O.F.M. (Medina de Rioseco) 30) Sacristán 31-32) niño indígena de dos años y mujer indígena de Patale Fray Manuel de Mendoza era el menor de una familia de ocho hijos; nació en la población castellana de Medina de Rioseco y fue bautizado en la iglesia de Santa María. En 1678, este franciscano de 32 años de edad salió de España, donde había sido soldado y maestro, y emprendió el viaje hacia Florida con Fray Alonso de Moral. El P. Mendoza sirvió por 26 años en las misiones de la Florida. Era conocido por su generosidad con los pobres, y el estipendio que la Corona le daba para su propio mantenimiento lo daba a los pobres indígenas y españoles. Después del martirio del P. Parga, el P. Mendoza entró en escena para servir a la gente de la misión de Patale. Después del ataque de enero contra Ayubale hubo más incursiones de ingleses y creeks contra las misiones de Apalache, donde millares de personas fueron muertas o sometidas a esclavitud. Después de celebrar la Misa en la vigilia de la fiesta de San Juan Bautista, el 23 de junio de 1704, al P. Mendoza lo persuadieron con engaño a que saliera de su convento en Patale, lo mataron de un disparo y lo quemaron. Al sacristán del P. Mendoza también lo mataron, y el convento lo incendiaron. El Vicegobernador español de Apalache, Manuel Solana, no logró encontrar al P. Mendoza en medio de la devastación de Patale, y dedujo que se lo habían llevado cautivo. Solana condujo un grupo de españoles y apalaches para perseguir a los atacantes, con la esperanza de rescatar al P. Mendoza.
El grupo regresó sin haber podido alcanzar a los atacantes que iban de huida. Mientras los perseguían, encontraron el cadáver de un niño indígena de dos años, rajado y cortado en trozos, y por aparte a una mujer apalache, moribunda junto a un estanque y con agujeros en la cabeza. Ella les informó que como no podía caminar, la habían herido y la habían dado por muerta. Pero sobrevivió y fue llevada a San Luis, donde recibió la absolución. Como la mujer apalache les hizo saber que el P. Mendoza no iba entre los cautivos, Manuel Solana ordenó luego que cavaran bajo el convento de Patale. Fue entonces cuando descubrieron el cuerpo quemado del P. Mendoza, a quien identificaron por el crucifijo que siempre llevaba, ahora medio fundido.
4 de julio de 1704 33) Baltasar Francisco (Los Silos, Tenerife, Islas Canarias) 34) Don Pedro Marmolejo (soldado del Presidio Santa María de Galve) 35-49) 15 indios apalaches El 4 de julio de 1704, Manuel Solana dirigió a los españoles y Apalaches de la Misión San Luis en un intento por recuperar la Misión Patale. Media legua al oeste de la misión, una escaramuza detonó la última batalla, que fue una derrota decisiva que forzó a los españoles y apalaches católicos a abandonar sus tierras. Durante la batalla, la mayoría de los apalaches de San Luis, desmoralizados por los meses de incursiones y la inminente amenaza de torturas y muerte por parte de la fuerza inglesa y creek, huyeron o se unieron a los creeks. Hubo algunos, sin embargo, que permanecieron fieles a la causa de la fe hasta el final. Después de la batalla, los creeks y sus aliados ingleses amarraron a quince de esos fieles apalaches, junto con dos soldados españoles, a los viacrucis que rodeaban la plaza de Patale. Prendieron hogueras al pie de las cruces, acuchillaron a sus cautivos y les pusieron astillas en las heridas. Estuvieron colgando de las cruces hasta que murieron. Los dos soldados que fueron martirizados de ese modo fueron Pedro Marmolejo, quien estaba basado en Pensacola, y Baltasar Francisco, un soldado que estaba con la guarnición de Apalache. Baltasar Francisco había nacido en Los Silos, en Tenerife, en las Islas Canarias. Era un soldado veterano que había servido por 14 años en Apalache. Mientras el fuego ardía al pie de su cruz y sus captores lo herían a cuchillo, lo quemaban y hasta le cortaban las orejas y le sacaban los ojos, Baltasar Francisco seguía predicando desde la cruz. Como sus verdugos se burlaban de él y lo insultaban, Baltasar “invocó a la Santísima Virgen para que lo ayudara, porque ella lo llevaría hasta Dios con gran placer, sabiendo que él iría a gozar de su santa gloria”.
Los indígenas honraban la valentía, incluso en sus enemigos, poniendo en su cabeza una corona hecha de picos de ave y pelo de animales. El 6 de julio, cuando los españoles regresaron a Patale para enterrar a sus muertos, encontraron a Baltasar Francisco colgando de una cruz y con una corona en la cabeza.
Agosto de 1704 50) Cacique timucua de San Pedro 51) Cacique timucua de San Mateo Los indios aliados con los ingleses continuaron atacando las misiones después de la desolación de Apalache. En agosto de 1704, las aldeas timucuas de San Pedro y San Mateo fueron destruidas, y a sus caciques los quemaron.
3 de septiembre de 1705 52) Fray Agustín Ponce de León, O.F.M. (San Agustín)
Fray Agustín Ponce de León nació en San Agustín, Florida, y fue bautizado el 6 de septiembre de 1669. Había de convertirse en el primer sacerdote nacido en el territorio de los actuales Estados Unidos en sufrir el martirio. A inicios de septiembre de 1705, Fray Agustín Ponce de León, O.F.M., originario de San Agustín, había ido junto con el Capitán José Begambre a perseguir a unos indios que habían tomado numerosos prisioneros —mujeres y niños— del pueblo que el P. Agustín tenía a su cuidado. Durante una batalla, al amanecer del 3 de septiembre, Fray Agustín se distinguió por animar a españoles e indios y por administrar a los heridos el sacramento de la penitencia. Como un “buen pastor, entregó su alma en defensa de sus ovejas y de los hijos de su ‘doctrina’” y logró realizar la liberación de la mayoría de los prisioneros.
1705 53) Fray Domingo Criado, O.F.M. (Provincia de Santiago) Fray Domingo Criado era un franciscano de la provincia de Santiago (España). En 1705 estaba atendiendo a un grupo de indígenas cristianos que, para evitar los frecuentes ataques de los indios aliados a los ingleses, andaban errantes de un lugar a otro a través de los bosques. A pesar de las penurias y peligros de esa vida, él permaneció junto a su pueblo, en vez de retirarse hacia la relativa seguridad y comodidad de la vecina San Agustín. Finalmente fue capturado a unas diez o doce leguas de la ciudad. Reducido a la esclavitud, murió unos meses después, según relatos que los indios cristianos que lograron escapar.
Abril de 1706 54-55) Don Patricio y su esposa Don Patricio Hinachuba era el cacique de Ivitachuco y en su tiempo fue considerado como el más grande los jefes apalaches. En 1699 le escribió una carta al rey, en castellano, de parte de su pueblo, detallando los males cometidos por los españoles, entre ellos la dificultad de asistir a Misa y recibir la absolución. El monarca español se mostró receptivo y emitió un recordatorio de que a los indígenas había que tratarlos con respeto. Don Patricio y la gente de Ivitachuco dejaron sus tierras de origen en julio de 1704, después de la última batalla por las misiones en Apalache. Él los condujo hacia el este hasta Timucua, donde se establecieron en Abosaya. En agosto y septiembre de 1705 los creek, instigados por los ingleses de las Carolinas, reanudaron sus correrías. Don Patricio y los apalaches fueron empujados de nuevo hacia el este, hacia los asentamientos españoles. Los creek continuaron buscándolos, y finalmente, en abril de 1706, mataron a don Patricio, a su esposa y a sus queridos hijos, inmediatamente al sur de San Agustín.
26 de agosto de 1712 56) P. Felipe Orbalaes y Abreo (Orden de San Juan de Dios) El P. Orbalaes, cirujano barbero de la Orden de San Juan de Dios, fue muerto el 26 de agosto de 1712 cuando trescientos indios creek emboscaron a una fuerza de cuarenta soldados españoles encabezados por el Capitán Pedro de Bilbao, a la vista del fuerte de Santa María de Galve. A otros tres soldados los mataron junto con el P. Orbalaes, y varios españoles fueron capturados, entre ellos el P. Tiburcio de Osorio. El Presidio Santa María de Galve fue fundado en 1698. Estaba ubicado en el sitio de la actual Estación Aeronaval. El hospital, conocido como Nuestra Señora de las Angustias (o San Juan de Dios, o Santa María de Galve), fue fundado en 1701 por el Gobernador Andrés de Arriola. Estaba situado cerca del fuerte. En 1708 el hospital fue reubicado dentro del fuerte, y atendido por dos cirujanos sacerdotes, el P. Juan de Chavarría y el P. Felipe Orbalaes.
26 de agosto de 1712 — julio de 1715 57) Fray Tiburcio de Osorio, O.F.M. (San Cristóbal de la Habana) Tiburcio de Osorio, O.F.M., oriundo de la Habana, fue capturado por los creeks el 26 de agosto de 1712. Las pruebas sugieren que fue llevado preso a la tierra de origen de los creeks del sur, que quedaba cerca de donde hoy está la población de Columbus, Georgia. Fue asesinado mientras estaba cautivo La fecha de su asesinato debe de haber sido antes del brote de hostilidades entre los creeks y los ingleses (conocido como la Guerra Yamasi) el 15 de abril de 1715. Unas seis semanas después de esa fecha, el 28 de mayo de 1715, un grupo de caciques yamasi y creek ofrecieron su “obediencia” a los españoles en San Agustín. La fama del P. Tiburcio, como la del P. Luis Sánchez, es particularmente fuerte entre los que tienen ascendencia cubana. También a él se lo venera en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad en Miami, Florida, y su imagen se encuentra en el mural de 1977 del artista cubano Teok Carrasco.
Oración por la beatificación de los siervos de Dios Antonio Inija y compañeros Oh Dios, Padre de muchas naciones, quien mediante la gracia del bautismo nos has elegido para que seamos ciudadanos de tu único Reino: Tú llamaste a Antonio Inija y compañeros a aceptar tu don de la fe, profesando su esperanza en tu Hijo Unigénito. Ayúdanos con tu gracia a imitar la valentía y humildad que ellos tuvieron al afrontar el sufrimiento y la muerte.
Que la sangre de los mártires de la Florida inspire nuestros corazones para seguirte sin demora. Y, si es tu santa voluntad, por la intercesión de Antonio Inija y compañeros, concédenos la petición que con esta oración hacemos (diga aquí su intención), en el nombre de Jesucristo nuestro Señor. Amén. Con aprobación eclesiástica: William A. Wack, CSC Obispo de Pensacola-Tallahassee
Para informar sobre oraciones contestadas o favores concedidos, comuníquese con: secretary@MartyrsofLaFloridaMissions.org